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miércoles, 27 de abril de 2016

"SERA QUE EL DOTOR SABE LEER?"


Anécdota compartida por un extensionista.

Será… que el dotor sabe leer?

Por allá en los inicios de los años 80s, cuando la Federación Nacional de Cafeteros, está impulsando una caficultura competitiva y eficiente con siembras de variedades resistentes a todo. Y Contrata doctores, ingenieros, profesionales, expertos, técnicos, tecnólogos de todas las áreas del saber, para que fuesen al campo a convencer a los campesinos para que implementara todas esas tecnologías.

Un joven de esos ingenieros que quería salvar el mundo, empezando por los caficultores, creyéndose “experto” llego a una zona remota olvidada por todos. Y que solo era visitada por personajes que imponían su voluntad a sangre y fuego, el peor cáncer que sufren nuestros campesinos y que a pesar de ello siguen creyendo en su tierra y sus vastos conocimientos que han sido heredados por ser lo que son...

Este joven ingeniero presuroso y acucioso, de verter en un solo instante toda esa sabiduría científica que ya no le cabía en sus mente, reforzada por todos los avances científicos que jamás los dejaba y carga en un maletín que se terciaba en su espalda que le daba aún más un aire de “experto científico.

Nuestro campesino, quien no conocía aquel salvador espera la visita técnica de un práctico agrícola (que en aquellas épocas así era conocidos), pero apareció nuestro joven ingeniero que venía presuroso a conocer el estado de la finca y en particular del cultivo del café. 

De inmediato aquel experto casi no dio tiempo al caficultor para saludar, y le dejo con su mano extendida, el campesino sintió pena pero de inmediato se llevó su mano al bolsillo de su camisa azul, que estaba muy limpia, donde estrujo un pequeño papel.

Pero aquel él joven ingeniero de caminar ligero no se percató del movimiento de su interlocutor y sin más preámbulos increpó al productor, con una ráfaga de recomendaciones científicas y técnicas sobre los problemas del café con una serie de nombres científicos de enfermedades, plagas. Nuestro campesino lo miraba con asombro al escuchar tantos términos raros que nunca antes había escuchado.

Pero nuestro querido ingeniero no se permitía ni si quiera ver la cara de asombro y de angustia permanente de su compañero de visita; por el contrario seguía hablando y hablando sobre todos esos conocimientos científicos que se había memorizado y que orgullosamente le trasmitía a su interlocutor.

El agricultor siempre detrás de su presuroso experto técnico, trataba por todos medios de poder interrumpirlo y comentarle sus pesares y angustias, pero aquel joven no lo permitía. Ya transcurrido más de medio día, bajo un sol ardiente y sin ningún tipo de receso, al fin nuestro activo ingeniero sintió los efectos del clima y mirando sudoroso aquel productor que no sudaba del calor, sino de sus propio nervios, y que cada momento metía sus manos arrugadas y cuarteas por largas faenas dentro del bolsillo de su camisa azul, donde estrujaba aquel pedazo de papel.

“Bueno señor..., como fue que me dijo que se llamaba, así Efraín, como le decía; usted tiene un café muy viejo, que requiere una renovación total, por favor tale todas esas plantas y solo puede sembrar con la semilla certificada. Tranquilo que yo le dejo por escrito todas las recomendaciones para que usted de inmediato proceda.

Nuestro caficultor que vivía solo en aquellas pequeñas finca que tan solo tenía como medio de subsistencia precisamente esas matas viejas que su joven ingeniero le está solicitando tumbarlas.

Pero lo que nunca averiguo nuestro experto, era que aquel anciano de sombrero blanco de iraca, de camisa azul y pantalón arremangado y de alpargatas, tenía como único familiar a un hijo que el conflicto se lo había arrebatado y actualmente estaba engrosando las filas de la guerra, como un valiente soldado de la patria.

La tristeza y angustia de este pobre señor es que en su bolsillo de su camisa azul, tenía un marconi y/o telegrama que en la época era el medio de comunicación y que le decía si su hijo estaba vivo o, ya había dado su vida por la patria, y era precisamente ese pedazo de papel que durante todo el tiempo estuvo arrugando entre sus manos toscas le traída noticias del estado de su querido y único hijo.

Y ya su corazón angustiado no pudo más, y con voz quebrada le pregunta al joven ingeniero…será que el dotor sabe leer?,  entregándole el pedazo de papel al ingeniero. Cuál sería el asombro de este joven, que de momento sintió que estaba pasando por una burla. Tomando el pedazo de papel lo desarrugó y miró a aquel anciano, que ansioso esperaba la lectura de ese papel, pues de él dependía su felicidad o el dolor como padre, que no entendía de guerras ni violencia.

El joven ingeniero leyó el mensaje que decía: “Padre estoy bien y tengo una franquicia por 20 días.” Aquel campesino no pudo de la felicidad y sin penas ni temores abrazó a ese joven ingeniero que no entendía lo que estaba sucediendo.

Hoy al sentarme a escribir esta historia, después de más de 15 años de trabajar como extensionista, entiendo que no tenía ni la menor idea de interpretar una lectura y a aquel campesino, que me había dado una lección que jamás olvidare, cuando me dijo: será que el dotor sabe leer. Hoy en día sigo aprendiendo a leer; y aun más de los campesinos como el señor Efrain Fajardo gran líder cafetero de Yacopi.”

Nota. Esta anécdota fue enviada por el Ing. Agr. Pedro Bravo, a quien agradezco su aporte.

miércoles, 20 de abril de 2016

CUAL ES LA BASE DE SU RECOMENDACION TECNICA?

 La pregunta de un asistente técnico.

Me preguntó en una ocasión un extensionista cómo podía ser más efectivo en su trabajo con sus productores…. pues no quería solo recomendar y recomendar cosas que, muchas veces no hacían o hacían  a medias, o mal.


Se me vino a la cabeza lo que en una consultoría me dijo un asistente técnico cuando un productor de un cultivo permanente le pidió que le ayudara a vender la finca. El técnico, que no conocía la finca, le preguntó la razón de su decisión.

Es que es mucho el dinero que le invierto y no veo resultados económicos. Los asistentes técnicos que me visitan generalmente me dejan recomendaciones costosas. He pagado ya dos visitas particulares de dos profesionales diferentes, costosas por cierto; y en una de ellas el asistente técnico me dejó una recomendación que, prácticamente tendría que vender la finca para hacer lo que me recomendó.

Lo que hizo el asistente técnico.

Acordaron una visita a la plantación un fin de semana, pues el propietario era un profesional y trabajaba como empleado en la ciudad.

Lo primero que hizo nuestro extensionista fue preguntarle si sabía cuales serían sus ingresos  por  la producción de los próximos seis meses.

-“No tengo ni idea” fue la respuesta. “Los asistentes que me visitan me dan un estimativos pero no se si eso se cumple. El mayordomo me da otra información”.

-Ahí está el problema”, -le dijo el colega. “Esto es una empresa. Como tal usted debe saber cuanto va a ganar. Usted como empleado sabe cuanto le pagan mensualmente, verdad? Pues su finca, es una empresa de la cual usted tambien debe obtener un salario”.

Ya con esta afirmación el dueño de la finca quedó motivado, Le preguntó:

-“y como sé cuanto voy a cosechar?”

Vamos a hacerlo los dos para que usted aprenda. Y salieron a lote.

Tomaron varias plantas al azar (un 10% aproximadamente,) contaron los frutos que se cosecharìan en los siguientes seis meses, calcularon el peso del producto, lo multiplicaron por el precio de venta y le castigaron con un 10% del total por cuestiones de calidad, mermas y otros factores de psotcosecha y comercialización.

De esta manera calcularon el ingreso neto por hectárea y por mes para los siguientes seis meses.

El propietario quedó asombrado de los ingresos que obtendría.

Nadie me había hecho este cálculo. Creo que estaba cometiendo una locura al pretender vender mi empresa, ya no la vendo”, -dijo.

Le colega le mencionó entonces:

-  Esa va a ser la producción para los próximos seis meses. Pero debe asegurarla y prepararse para la que sigue. Solo haga los siguiente: una fertilización, con análisis de suelos, y un control de malezas, nada mas.”

-       Hicieron las cuentas de la cantidad de fertiliznate y de las labores que necesitaba.

“Muy bien”, -dijo el colega. “Dígame una cosa: usted prefiere invertir ese dinero en fertilización y en lo que tiene que hacer, o abrir un CDT? Cuanto es el retorno?”

Hicieron los cálculos y se dieron cuenta que la rentabilidad por estas labores era 200 veces superior a la de un CDT o a la de cualquier otro negocio lícito, para seis meses.

Le dejó estos datos de producción por escrito con las recomendaciones técnicas, y su respectiva evaluación económica.

Su visita ha sido una gran inversión”, -concluyó el propietario. “Porque:
“1.- Me ha hecho ver el tesoro que tengo en esta finca. 2.- Me ha hecho valorar las recomendaciones técnicas.
3.- He entendido la importancia de los registros técnicos y económicos

Tan motivado quedó que le pagó al colega la visita con el equivalente a una quincena de su salario.

Al terminar de contarme esta historia, el extensionista concluyó:

“Siempre le hago ver cuanto va a ingresar a su bolsillo en los siguientes seis meses. Eso es motivante y favorece la credibilidad en la asistencia técnica”.

Puede usted hacer lo mismo?








miércoles, 13 de abril de 2016

QUE SU ENCUENTRO CON UN GRUPO SEA AMENO

El caso de un grupo guerrillero que se desmovilizaba.

Era inicio de semana. Me encontraba en una región como encargado de la dirección de extensión a petición del director ejecutivo -también encargado- cuando desde la oficina central, nacional, me llamó el jefe para pedirme que me trasladara a un departamento con el fin de orientar un taller con grupo de jóvenes (hombres y mujeres) que estaban en proceso de desmovilización. Le comenté que no lo podía hacer inmediatamente pues ya tenía compromisos con grupos de agricultores. Me dijo que hiciera lo posible, que delegara, cancelara, o aplazara lo que pudiera, a fin de atender esa petición gremial y gubernamental.

Hice lo que debido y a los dos días me trasladé a la granja en donde estaba el grupo, atendido por el colega extensiones de la zona. Al llegar, me presentó a los muchachos y les dio algunas referencias mías. De inmediato me soltó al ruedo.

"Rompiendo el hielo"(!?)

Hice algunas preguntas introductorias para conocer un poco el estado de ánimo de los participantes y "el terreno que pisaba". Empecé por preguntarle el nombre a algunas jóvenes y luego a unos muchachos. La respuesta fue muy curiosa, pues antes de hacerlo, dirigían laminada a quien -suponía yo- era el líder. El asentía con la cabeza y con ese aval, respondían la pregunta. Esa operación se repitió cada vez que hacía una interrogación, las que que solo fueron tres o cuatro. Con esa actitud me di cuenta de cómo procedían y entonces... rápidamente corté y les dije que saliéramos a tomarnos un café. No hacía una hora habían entrado! Fue un pretexto para averiguar ciertos antecedentes. Era un grupo muy rígido, cerrado, muy dependiente, difícil!

Mientras tomábamos el tinto (café) le pregunté al colega qué había trabajado con el grupo en los días anteriores y qué metodología había aplicado. Me dijo cómo había procedido. Todo técnico! Solo elementos de tecnología de cultivos... Con esta y otra información desde su perspectiva, tuve ya un mejor conocimiento... y volvimos al salón...

Saben cantar?

Fue la pregunta que les hice al reanudar el trabajo. Se miraron como  queriendo decir "este se volvió loco? O... qué paso? Al notar su cara de asombro les dije: Si, sí, no se preocupen si les pregunto si saben cantar. Es que vamos a cantar. Silencio absoluto. Les interrogué qué canción sabían. Después de un silencio corto los animé a que me dijeran qué cantos sabían. Uno (el líder) dijo en voz baja... el himno de la guerrilla. Les dije que esa no me la sabía. Les propuse que cantáramos una muy común, que no dudaba que ellos sabían: "Y ese lu..." Más estupefactos quedaron. Esa empieza así: "Y ese lu...nar que tienes cielito lindo junto a la boca.... Unas sonrisas empezaron a dibujarse en los rostros. Dos, luego tres...  al final todos se unieron al coro. Pasamos luego a otra canción "La feria del maestro Andrés", animada, los hice poner de pie, movieron manos, gesticularon al son de las frases y... después de un cuarto de hora todos estábamos muy animados.

Así transcurrieron los cuatro das del taller, con mucha participación y un gran aprendizaje, especialmente para mi.

La clausura.

Recuerdo que el viernes en la tarde llegó u comandante guerrillero, armado hasta los dientes, con unos escoltas. Traía vino y galletas para celebrar el final de este encuentro. Al ver me aparté a u rincón a mirar la escena, mientras él hablaba con su gente. Estando así, apartado,  el comandante me mandó a llamar. Con mucho susto (no gusto) me acerqué, casi temblando. Me preguntó por el nombre. Se lo dije. Acto seguido me manifestó que me agradecía por el resultado del evento, que los muchachos le había dado muy buenos informes sobre la metodología, la confianza que se había despertado y cómo habían aprendido a conocerse más y a valorarse para ser útiles a la sociedad. Fue casi un discurso de clausura...

Lo que aprendí.


Aunque esto sucedió ya hace algunos años, he comprobado que cada encuentro con un grupo de agricultores -así sean con los mismos participantes- es diferente por la ambientación, el estado de ánimo, las circunstancias de momento, etc. Por lo tanto... siempre, siempre, siempre, se debe iniciar con un generador de mutua confianza. Llámese canción, chiste, dinámica, etc. Por cuanto tiempo? Hasta cuando el grupo está listo. Se necesita un poco de sensibilidad para identificar ese momento.  Hay que evitar  "arrancar en seco", y menos con temas técnicos, verdaderos ladrillos. No se trata tampoco de hacer una sesión de circo, ni de payasos. 





Un encuentro ameno deja un grato recuerdo y un buen aprendizaje. Practíquelo.