Al asistir a este gran evento de la caficultura colombiana llevado a cabo el pasado fin de semana, (17 al 20 de octubre), me llamó la atención lo siguiente:
1. El grupo de extensionistas. El mayor grupo era de jóvenes, entusiastas, “pilosos”; otros técnicos, menos numeroso, de más edad y de más tiempo en la institución; y muy pocos, ya como “escampando” esperando la jubilación. A todos los sentí -es mi percepción, repito- muy poco críticos de su propio trabajo, sumisos a “lo que toca hacer” y a hacer “lo que nos mandan”. Esta muestra ¿será representativa?
2. El grupo de caficultores. También, muchos jóvenes; y un buen número de adultos mayores. La mayoría de estos últimos forman parte de los comités municipales y departamentales que allí estuvieron.
3. Producto final. Me sorprendió la gran variedad de marcas de cafés tostado y molido en llamativos empaques, especificaciones, y excelentes presentaciones. Una competencia fuerte por posicionar sus cafés especiales, con puestos de degustación, marcas de fincas, de regiones, de cooperativas, con denominación de origen, etc.
4. Areas de catación con expertos nacionales y extranjeros, con predominio de asiáticos.
5. ¡Llamativos concursos de baristas! Novedosos y creativas elaboraciones de bebidas a base fundamentalmente de café.
6. ¡Una pujante industria! Equipos y herramientas para todas las etapas del proceso productivo: germinación, siembra, fertilización, cosecha, beneficio, tostión, blends, catación, empaque, etc.
Aquí recuerdo lo que dijo Ernesto Sirolli en su estupenda conferencia TED[1]. Es la industria la que genera la tecnología, no es ni la Universidad ni el gobierno.
7. Todo invitaba a la gran consigna:
INCREMENTAR EL CONSUMO INTERNO DEL CAFE.